viernes, 5 de septiembre de 2014

Del mismo dolor, vendrá un nuevo amanecer.


  Querido Gustavo:
 Me enteré, lamentablemente, de la dolorosa noticia que nos acecha ahora a todos, esa noticia que esperábamos jamás escuchar desde hace cuatro años, la noticia de tu muerte. No quiero decir cómo me sentí cuando escuché esas tres palabras, ni siquiera creo querer repetirlas ahora, porque esta carta no es sobre mí, esta carta va exclusivamente para vos. ¿Muerto? Es posible que Gustavo Cerati alguna vez llegue a morir? Porque uno muere dos veces; la primera cuando tu corazón deja de latir, y la segunda en ese instante en que sos olvidado para siempre, ese instante en que te dejan de recordar. Y vos, querido Gustavo, jamás serás olvidado, vivirás en todos y cada uno de nosotros, tanto en tus fans como en tus amigos, como en Charly y en Zeta,  en cada mínima letra compuesta por vos, en cada solo de guitarra que nos ponía la piel de gallina, en cada dulce nota que salía de tu voz, en cada ‘’gracias totales’’.  Por eso ¿realmente moriste? O solo soltaste esta atadura y te animaste  a dejarte ir de este universo hacia una tierra incógnita según expresa el indio Solari para deleitarlos a ellos con vos. Es cierto, te voy a extrañar, te vamos a extrañar, pero quizá deberíamos ser un poco menos egoístas y entender que quizá te fuiste para reencontrarte con tantos otros grandes, genios de la música como vos, para encontrarte por ejemplo con Luis Alberto y volver a cantar juntos ‘’bajan’’ y no sólo por eso, quizá tuviste que subir para deleitarlos con tu hermosa voz, con tus excelentes canciones y con tus espectaculares solos de guitarra. Sólo me queda agradecerte, despedirme de alguna forma de lo que para mí es ‘’gustavo cerati’’. Aunque nunca te llegué a conocer en persona, aunque siquiera nunca te vi tocar en vivo ni te veré – al menos no en este mundo, espero en esa tierra incógnita verte volver- para mí significas mucho más que una voz, más que una guitarra y más que un par de letras/ canciones. Y no sólo para mí, para las miles de personas que alguna vez te escucharon y les gustaste, para las millones de personas que alguna vez te recordaron, que desearon que te recuperaras y para las aún más cantidades indefinidas de personas que te fueron a despedir y las que no fueron, las que simplemente se entristecieron y te recordaron como pudieron. No puedo describir o generalizar los sentimientos de todos ellos, sólo puedo describir –y ni siquiera eso- los míos. Sólo puedo decirte que para mi significabas mucho, Gustavo, no voy a decir que era muy muy fan de soda, pero si me encantaba, me encanta, todas y cada una de las canciones que escuché –y las que me faltan- son literalmente música para mis oídos. Pero no sólo eso, sino vos, como persona, también eras música, eras poesía, eras lo que transmitías en cada nota, en cada palabra, eras esa esencia que caracteriza a tus canciones, eso eras, Gustavo, eso y mucho más.
Quiero agradecerte por todas esas veces en las que me sentí representada con tus letras, por todas esas canciones que me daban ganas de volverlas a reproducir una y otra vez, por todasn tus inolvidables frases que me hacen reflexionar, por todas y cada una de las sonrisas que me sacaron y, también por alguna que otra lágrima que lograron brotar de mis ojos. Quiero agradecerte por todo lo que dejaste acá, quiero agradecerte por haber luchado tanto,  quiero agradecerte por la persona que –aunque no te concí- sé que sos, que fuiste, por lograr mover tantas emociones, por tus grandes conciertos, por aunque no esté tu cuerpo, estar acá tan vivo, tan hermosamente vivo en todos y en cada una de las personas que te recordaron el día de ayer.
Despedirme es difícil, pero como decir adiós es crecer, quiero seguir creciendo con tu música aunque te hayas, quiero que sigas acá, enseñándonos como crecer.
Sólo perdiste algo en la lucha, no la lucha en sí, Gustavo, pero al final, aunque tarde en llegar, al final hay recompensa. ¿Qué mejor recompensa que todos siempre te recordemos, que sigas igual de vivo?
Te lloro, te lloramos y lo seguiremos haciendo. Gracias por tanta magia.
Y gracias por venir, por elegir este mundo.
Gracias totales.
Sólo una oyente más.

martes, 27 de mayo de 2014

No se gana sin arriesgar, y nunca se pierde cuando se ha intentado.

Como si no nos quisiéramos. Como si no queramos que eso suceda. Como si no pensáramos todo el tiempo el uno del otro. Como si no nos viéramos y todo se detuviese. Como si saltáramos a un precipicio sin paracaídas. Como si estuviésemos destinados a que nada ocurra. Como si quisiésemos eso para  nuestras vidas. Como si no necesitáramos más que mirarnos para entendernos. Como si fuese mentira que esto esté ocurriendo.  Como, tan sólo como, si no nos atreviésemos a querernos. Como si el amor doliera más de lo que sana.
Pensamos en nuestra vida como algo que durará para siempre, como algo que nos brindará muchas más oportunidades si no aprovechamos esa o tal otra, pero no pensamos que la vida –y todo lo que ella abarca- es esencialmente efímero.
  La mayoría del tiempo no nos arriesgamos, no decimos lo que pensamos, lo que sentimos, lo que creemos, simplemente lo callamos por tales y cuales motivos que nosotros consideramos correctos pero que en realidad son totalmente inválidos. El miedo es ese principal obstáculo que se centra en que cada vez nos muramos un poco más, porque, en realidad, no arriesgarse es simplemente otra forma de morir. Pero ahora la pregunta es ¿esa barrera, ese obstáculo es tan vil y fuerte como para que nos obliguemos a nosotros mismos a no poder cruzarlo y nos autocondenemos a la más nociva extinción de nuestra alma?

Simplemente actuamos como perfectos desconocidos anhelándose  conocer pero no permitiéndonos  hacerlo.